Los vecinos

Tiempo de lectura: 4 minutos - Publicado por en Costumbres, personal

Mucho hemos oído sobre el carácter de los alemanes, muchos tópicos que damos por ciertos, como por ejemplo que son muy «cuadriculados» en cuanto al hecho de tener normas para todo y no ser capaces de sortearlas si es necesario. Como ya he comentado en alguna ocasión, este es un país de variedades, es decir, que aquí se puede encontrar de todo, desde lo mejor hasta lo peor, desde lo más barato hasta lo más caro, desde lo más feo hasta lo más bonito, y en este aspecto no podía ser diferente, así que podemos encontrar alemanes que a pesar de tener mil normas para todo, tratan de hacer una vida un poco más relajada y alemanes que si les sacas de ese camino perfectamente delimitado por normas y reglas, automáticamente entrarán en modo colapso y probablemente implosionarán si no pueden volver a su perfecta línea de rectitud.

Además de este conocido estereotipo, existe otro no tan famoso en nuestra tierra, y es el hecho de que los alemanes (ojo, estoy generalizando, que haber, hay de todo), son muy muy muy entrometidos, es decir, que les preocupa casi más la vida de los demás que la suya propia. En España casi todo el mundo piensa que esta «característica» es más propia de los españoles y quizás un poco más común en el sur que en el norte, pues nada comparado con este país. ¿Y que resultado obtenemos cuando nos encontramos con un vecino alemán altamente «comprometido» con las normas y altamente «preocupado» por la vida de los demás? Pues obtenemos a un ser (probablemente inanimado, quizás hasta sea un robot creado por Merkel para infiltrarse y controlar a las masas) que te estará observando de forma continuada para que en el justo momento en el que incumplas alguna regla (tan solo deben tener cerca de 82 millones de ellas, una por habitante), se encargará de decírtelo personalmente (si te pilla haciéndolo) mostrando su más profunda indignación y desprecio, así como de informar a la autoridad que crea competente.

Hasta que no llegué a Alemania no escuché historias de alemanes que se «chivan» si ven que no reciclas adecuadamente (ya sea por desconocimiento o por desidia, a ellos lo mismo les da, ya que no te van a preguntar), por no haber matriculado en Alemania tu vehículo en los plazos adecuados, por haber aparcado a una distancia excesiva de la acera (unos 2 centímetros más de la cuenta), o por cualquier cosa que se os ocurra. Hasta ahora no les había dado demasiado crédito (ya sabéis, generalmente solo nos hacemos eco de las cosas desagradables, pero eso no quiere decir que ocurran con frecuencia). Hasta ahora.

El primer día que llegué a mi casa nueva, cargado de ilusión y con algunas bolsas y cajas, aparqué en el primer hueco que vi libre cerca de mi puerta de entrada, en la parte izquierda de la calle. Cuando estaba descargando las bolsas una «amable» señora se paró a mi lado para informarme de que mi vehículo no estaba correctamente estacionado, ya que en cada lado de la calle los coches deben estar orientados en el mismo sentido de la circulación (aunque sea una pequeña calle sin apenas tránsito como en mi caso). Tras intentar explicarle a la señora que tan solo iban a ser 5 minutos (mientras descargaba los pocos paquetes que me quedaban), pude comprobar con asombro que esta responsable ciudadana, ejerciendo de policía aficionada, no se movía ni un solo centímetro de mi lado y seguía argumentando que no podía hacer lo que estaba haciendo, así que decidí mover el coche (recorriendo toda la calle para poder dar la vuelta, ya que allí mismo era imposible) y volví a aparcar en el mismo sitio pero en sentido contrario, con gran regocijo para la mujer. Di por hecho que la señora estaba altamente preocupada por mi economía y no quería que bajo ningún concepto, en esos 3 minutos que me quedaban para descargar todas las bolsas, algún policía me pusiera una multa express por tan grave perturbación del orden público. Una vez que la señora comprobó que el coche estaba en su ubicación perfecta y exacta (creo que estuvo apunto de mirarme la presión de los neumáticos), abandonó la zona del crimen y se introdujo en su guarida, que no era otra que mi mismo edificio. Bien, primer magnífico encuentro con uno de mis vecinos. Acabo de encontrar una persona que se preocupa más de mi bienestar que yo mismo (eso no pasa a diario…)

Al cabo de unos 3 días, compré una mesa y un sofá, los cuales por mi desgracia, me tocó subir a la tercera planta sin ascensor donde vivo, aunque contaba con la inestimable ayuda de Sara (amiga española donde las haya). Comenzamos a descargar los 5 bultos sobre las 21:40, y poco a poco fuimos consiguiendo el objetivo (que no era fácil, ya que los bultos pesaban un hue***). Pero como la subida estaba siendo muy aburrida, cuando eran las 22:00 y estábamos cargando con el último de los bultos, una vecina salió de su casa para darnos «ánimos», es decir, para decirnos de la forma más desagradable que pudo, que no podíamos hacer lo que estábamos haciendo, ya que en las normas de la comunidad se establece que no se puede hacer ruido más allá de las 22:00 (pasaba un minuto aproximadamente). Mi sorpresa fue comprobar que se trataba de la colaboradora de la policía, la misma que no quiere bajo ningún concepto que me multen, vamos, la «simpática» señora del otro día… Que maravilla, además de preocuparse por todo lo mencionado, tampoco quiere que me haga daño subiendo algo que pesa mucho por una escalera a una hora tan tardía, que mujer más comprometida…

Y como no puede haber dos sin tres, hoy estuve hablando con mis caseros (en realidad es una empresa encargada de hacer de intermediaria) por unos temas que comentaré en otro post, y me han dicho que una vecina les ha llamado para presentar una queja, ya que he depositado al lado del contenedor destinado para papel y cartón, un cartón grande que no cabe en el contenedor (pues claro, no cabía en el contenedor y por eso lo coloqué al lado). Parece ser que mi «adorable» vecina (la cual debe haberme insertado quirúrjicamente un dispositivo GPS para controlar todos mis movimientos) ejerciendo sus dotes de investigadora (el cartón no tiene mi nombre ni lo coloqué delante de nadie) ha averiguado (o intuido) que era mio (probablemente haya preguntado a todos los vecinos uno por uno). No penséis mal, de nuevo lo ha hecho porque le preocupa que la policía del cartón me encuentre y me multen por… por… pues la verdad, no se la razón, ya que lo dejé en la zona destinada a los residuos… bueno, da igual, seguro que lo ha hecho con la mejor de las intenciones.

Si es que se dice que madre no hay más que una, pero aquí en Alemania he encontrado a una mujer que se preocupa por mi «bienestar» casi tanto como la de verdad. Que afortunado que soy.